Contra los tuppers: cada vez más voces piensan que guardar la comida en plástico no es una buena idea
Una cocina que se precie tiene un cajón hasta arriba de numerosos tuppers con las tapas por otro lado. Aunque no es el único lugar, abrimos la nevera y encontramos aún más apilados: algunos guardan las sobras del mediodía, otros contienen alimentos recién sacados de su envase original. Detrás de esta cotidianeidad —tan asumida que pasa desapercibida— se esconde una pregunta incómoda: ¿estamos almacenando bien nuestra comida?
El plástico bajo sospecha. Ligero, barato, resistente: el plástico se convirtió en el gran aliado de la cocina moderna. Sin embargo, estudios recientes ponen en cuestión su seguridad cuando entra en contacto con alimentos.
Un reportaje de la BBC ha explicado que miles de sustancias químicas forman parte de su composición y que algunas pueden migrar hacia la comida, sobre todo cuando entran en contacto con alimentos grasos, ácidos o calientes. El problema no es solo la comida que guardamos, sino también el uso que damos: el microondas, el lavavajillas o los rayones por el uso repetido aceleran la liberación de compuestos.
Y microplásticos. A ellos se suma otro problema invisible. Como ha señalado la revista Delish, los tuppers liberan microplásticos, diminutas partículas que ya se han encontrado en sangre, pulmones e incluso placenta humanas.
Un problema de salud. El debate sobre los tuppers no es un simple detalle de cocina: lo que está en juego es la salud hormonal. Muchos de los compuestos que migran de los plásticos a los alimentos están clasificados como disruptores endocrinos, sustancias capaces de alterar el equilibrio de nuestras hormonas.
El caso más conocido es el bisfenol A (BPA), usado durante décadas en plásticos rígidos y vinculado a problemas de fertilidad y desarrollo. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) revisó recientemente su seguridad y redujo la ingesta tolerable a un nivel 20.000 veces menor que el anterior. Algo parecido ocurre con los ftalatos, empleados para dar flexibilidad al plástico y también asociados a alteraciones hormonales y reproductivas, como ha detallado la BBC.
Planes B. Sin embargo, confiar en alternativas tampoco es garantía. The Guardian ha advertido que compuestos utilizados como sustitutos del BPA —los llamados BPS y BPF— presentan efectos similares en el organismo. Y, según un estudio citado por The I Paper, se han identificado más de 3.600 sustancias químicas de envases plásticos presentes en humanos, muchas de ellas apenas estudiadas. Por eso, algunas voces expertas son contundentes. Lisa Zimmerman, del Food Packaging Forum, lo resumía así para el mismo medio: “Si te importa tu salud, deberías tirar tus tuppers de plástico y usar vidrio o acero”.
Las estaciones también influyen. Más allá de los químicos, el calor estival añade otra amenaza: las bacterias. En declaraciones recogidas por El Confidencial, la dietista Judit Carreira, del Hospital de Sant Pau, ha explicado que las altas temperaturas favorecen intoxicaciones alimentarias.
Su consejo es claro: transportar los táperes en bolsas térmicas o neveras portátiles, evitar exponerlos al sol y, sobre todo, separar crudos de cocinados en la nevera para prevenir contaminaciones cruzadas. “Cuando vuelves del supermercado, la carne y el pescado crudo deben sacarse del envase y guardarse en un táper limpio”, ha insistido. También recordaba las cuatro reglas básicas de seguridad alimentaria: limpiar, separar, cocer y enfriar.
Entonces, ¿tiro todos mis tuppers? No se trata de vaciar la cocina de golpe, pero sí de cambiar hábitos. Diversos medios coinciden en una serie de recomendaciones:
Evitar recalentar en plástico: aunque el envase indique “apto para microondas”, el calor acelera la migración química.
Reservarlos solo para alimentos fríos o secos, nunca para comidas aceitosas, ácidas o calientes.
Reemplazarlos si están rayados, deformados o con olor persistente.
Optar por vidrio, acero o cerámica para comidas calientes o de conservación prolongada.
Ahora bien, tampoco todas las alternativas son perfectas. La cerámica, aunque se considera segura si está certificada, puede ser un problema en casos de producciones artesanales. El Correo relató hace unos meses el caso de una familia de Getxo (Vizcaya) intoxicada por plomo tras beber durante años de una jarra de cerámica esmaltada comprada en Andalucía. El plomo, prohibido en alfarería desde los años 60, puede provocar dolor abdominal, anemia o alteraciones neurológicas.
Una vida más fácil, con riesgo. Es cierto que los tuppers nos han hecho la vida más fácil, pero también nos han expuesto a una sopa química aún no del todo conocida. La ciencia aún investiga los efectos acumulativos, pero hay consenso en algo simple: calor, grasa y plástico no combinan bien.
Quizás el verdadero lujo de la cocina moderna no sea acumular envases de todos los tamaños, sino elegir recipientes que cuiden nuestra salud.
Imagen | Unsplash
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La noticia
Contra los tuppers: cada vez más voces piensan que guardar la comida en plástico no es una buena idea
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Xataka
por
Alba Otero
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